Les tocaba lidiar con una noche complicada a los londinenses Dry The River en la sala Copérnico de Madrid: los dos equipos locales se jugaban el paso a semifinales de la Champions exactamente a la misma hora a la que ellos tenían que defender su Alarms In The Heart (2014); pero ganaron los londinenses, vaya que si ganaron. Con una sala absolutamente hasta la bandera (poblada mayoritariamente por un público eminentemente juvenil que no tengo claro exactamente de dónde salía ni de qué conocían a esta banda), los británicos ofrecieron un recital emocionante e impecable durante hora y media y cumpliendo a rajatabla los horarios indicados en las entradas (gracias, joder, gracias). El delicadamente ajustado sonido de la Copérnico acabó por ayudar a hacer que a muchos nos compensara perdernos el partido. Si te lo perdiste, o si te apetece recordarlo, puedes ver algunas fotos del concierto en nuestro álbum de Flickr.
Pero empecemos por mencionar que la noche la inauguraron los murcianos Nunatak, numerosa formación de pop-folk hecho en castellano y cuyo estilo encajaba a la perfección con el de Dry The River (son sus teloneros durante toda su extensa gira por España esta semana). Tuvieron un buen rato para exponer su pop bucólico y con tintes épicos y lo hicieron con contundencia y optimismo, a pesar de sobrepasarse un poquito con el sonido.
Puntuales como un reloj, los cinco integrantes de Dry The River se presentaron sobre el escenario a las 21:30. Inicialmente un pelín fríos y estáticos, aunque dicha tensión empezó a disiparse en cuanto sonó uno de sus temas más conocidos, New Ceremony, en segundo lugar en el setlist y la banda tuvo la primera oportunidad de palpar la calurosa y eufórica respuesta del público que, a decir verdad, estuvo entregadísimo durante toda la actuación. La compenetración entre la audiencia y los londinenses fue completa: en cuanto ésta empezó a corear y a bailar, la delicadísima voz de Peter Liddle pareció coger fuerza y los cinco integrantes del grupo empezaron a moverse sobre el escenario con una compenetración realmente envidiable. No necesitaron calentar mucho para funcionar como una máquina de precisión y el resultado fue extraordinario.
Y es que con dos discos a sus espaldas y un buen puñado de canciones bellísimas, así como letras muy intensas, lo único menos positivo que se le puede achacar a Dry The River es la poca diversidad que hay en ellos, el hecho de que casi todas sus canciones suenen bastante similares entre si. Pero en concierto salvaron esta circunstancia imprimiento una garra a la mayoría de sus canciones que las eleva varios pasos por encima de lo que se puede escuchar en sus versiones de estudio. Para cuando sonó Gethsemane, uno de los temas más brillantes de su último disco, el concierto llevaba ya unos 15 minutos de marcha y Dry The River nos tenían a la mayoría metidos en el bolsillo: haciendo gala de una potencia eléctrica sensacional y pulcramente medida, supieron hacer de los momentos más serenos de sus canciones, como el arranque de la mencionada Gethsemane, emocionantes ascensiones hacia sus puntos álgidos.
Se prestó, como es natural, mucha más atención a Alarms In The Heart (2014) que a Shallow Bed (2012) aunque de él, además de New Ceremony, History Book y, sobre todo, No Rest, tuvieron un enorme calado entre el público, que llevaba coreando temas casi desde el arranque de la actuación y con estos se desgañitó. Pero el momento más emocionante de la noche se la llevó Vessel, según Liddle, el tema más triste que ha escrito, y cuya melancólica belleza estalló de forma bastante incontenible mediante la potencia guitarrera de la que Dry The River hacen gala.
Pero no todo iban a ser guitarrazos, y para los bises los ingleses todavía se guardaban un as en la manga: desenchufar las guitarras, bajarse a la pista y cantar Shaker Hymns entre el público, que se comportó extraordinariamente al mantener un gran y respetuoso silencio durante toda la canción. Este momento demostró que no solo Liddle cuenta con una voz bellísima, sino que Scott Miller (bajista) y Matthew Taylor (guitarra solista), encargados de hacer los coros en este momento, tampoco se quedaban cortos. Dio incluso un poco de pena darse cuenta que durante todo el concierto sus preciosas voces habían quedado casi enterradas por las toneladas de electricidad que sus instrumentos habían estado disparando.
Dry The River acabaron ofreciendo un concierto estupendo: intenso, sincero, divertido y puntual. Todo lo que se le puede pedir a una joven banda de folk-pop londinense como ellos. Se mostraron sinceramente agradecidos, puesto que sabían que era noche de fútbol, y no pararon de maravillarse con la facilidad con la que la audiencia arrancaba a bailar o a cantar muchos de sus temas. Fue una noche en la que todo funcionó de fábula, y ellos respondieron con hermosos temas, perfecto sonido, voces impecables y una compenetración entre todos los miembros de la banda francamente envidiable. Les quedan todavía algunas fechas en España: no se los pierdan.
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