Con una víspera de puente uno nunca sabe bien qué esperarse: por un lado, el tirón que supone para el público no tener que madrugar al día siguiente parece atractivo, pero el riesgo de que la espantada de madrileños que huyen durante estos tres días de la ciudad convierte la fecha en un arma de doble filo. Intrascendente circunstancia, parece, para una Christina Rosenvinge que anoche ofrecía uno de los primeros conciertos de presentación de Lo Nuestro (2015) en el Teatro Lara de la mano de SON Estrella Galicia. Con un lleno casi total en el teatro malasañero, la cantautora madrileña ofreció un concierto de aproximadamente hora y media en la que, acompañada de otros tres músicos durante la gran parte del tiempo, repasó de manera brillante temas de sus tres últimos discos. Puedes ver algunas fotos del concierto en nuestro álbum de Flickr.
Lo Nuestro, que se publicó a principios de este mes, es un disco inmenso, pero muy complicado. La propia Rosenvinge pedía disculpas por lo poco habladora que se había encontrado toda la noche, y explicaba que las letras de este último trabajo son tan ambiciosas que temía olvidar alguna si perdía mínimamente la concentración. Explicación más que creíble, porque si ya con La Joven Dolores (2011) la cantautora había llevado su refinada capacidad como letrista a límites fascinantes; Lo Nuestro directamente exige numerosas escuchas y unas cuantas reflexiones. Reconocimiento extra, por lo tanto, a la habilidad de Rosenvinge para armar con temas tan complicados y concierto constantemente emocionante que a cada canción arrancaba prolongados y enfervorecidos vítores.
El secreto, probablemente, fue añadirle a Lo Nuestro los toques de rock de los que el disco, indudablemente íntimo y lleno de silencios, adolece. El uso inteligente de canciones pertenecientes a Tu Labio Superior (2008) y La Joven Dolores, ambos trabajos de gran calado entre el público, contribuyó a dinamizar el concierto. Con temas de indudable potencia pop como Anoche – El Puñal y la Memoria, Eclipse, Debut o La Distancia Adecuada (miren que se dejó mi favorita, Tu Boca, y ni me importó) ayudaron a extraer todo el potencial rockero de la banda (muy especialmente Debut, con un final inesperadamente explosivo). Así, intercaladas con las nuevas Pobre Nicolás, Romeo y los Demás o Segundo Acto éstas ganaban en pegada y la verdad es que le dejaban a uno pegado al asiento. Con este panorama, Rosenvinge ironizó sobre la frecuencia con la que se le pregunta estrella de todas las entrevistas que le hacen: su (inmejorable) aspecto físico. Arrancó con ello una buena carcajada al público y, separada puntualmente de su guitarra y su teclado, interpretó La Muy Puta, uno de los cortes más redondos de Lo Nuestro, casi al borde del escenario y haciendo alarde sin complejos de toda la mala leche que contiene su letra.
Reservó para los últimos momentos de la actuación Canción de Eco, esa maravillosa oda a Narciso que abría La Joven Dolores, que sonó cálida y verdaderamente inmejorable; y la Balada Obscena que cierra Lo Nuestro, ya retomando el tono íntimo del disco, en solitario frente al teclado. Por supuesto, ovación gigantesca con el teatro en pie. Había pasado como hora y media y la sensación había sido como de diez minutos. La excelsa calidad de los tres músicos que la acompañaban, la aparentemente frágil pero versátil y precisa voz de Christina Rosenvinge, su imponente presencia sobre el escenario (a estas alturas del cuento hablar de la belleza física de Christina Rosenvinge es tan de perogrullo como afirmar que el agua moja, pero es que impone) y la inteligencia a la hora de elegir y organizar el setlist contribuyeron a armar un concierto redondo al cual habría sido un error imperdonable no asistir. Espero poder ver algún otro concierto en el contexto de la gira de Lo Nuestro, porque el de anoche me dejó sencillamente sin habla.
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